«Hijo mío, si recibes mis palabras y en tu mente guardas mis mandamientos» (Proverbios 2:1).
Durante mis años de educación media superior (preuniversitarios), conocí a un profesor que me tomó un gran afecto por mi inclinación a la literatura. Era muy observador, así que pronto se dio cuenta que yo era cristiano. A partir de ese momento empezó a bombardearme con cuestionamientos sobre la Biblia. Conocía muy bien las Escrituras y sabía dónde golpear. Después supe que durante su infancia había asistido a una iglesia cristiana. Sus agudas preguntas me desconcertaron profundamente. No sabía cómo responder ni a quién acudir. Fue entonces cuando tomé una de las decisiones más importantes de mi vida: supliqué a Dios que me ayudara a entender su Palabra. Si la Biblia tenía un mensaje especialmente para mí, ¡quería conocerlo! ¿Qué caso tenía sentarme a escuchar un sermón cada semana si no era capaz de entender lo que Dios trataba de decirme a través de su Palabra? Si Dios era real, ¡yo tenía que encontrarlo!
Fue así como se inició en mi vida todo un trayecto en el estudio de la Biblia. Estaba decidido a comprender la Palabra de Dios y dedicar mis mejores años a asimilar sus enseñanzas. Desde entonces, he invertido mucho tiempo en leer las Escrituras en diferentes versiones. Su estudio de la voluntad divina: si quieres entender la Biblia, debes enseñarla a quienes no la conocen.
Durante la Edad Media, el clero convenció a la sociedad de que no era posible entender la Biblia, por lo que se requería de todo un magisterio para explicar su contenido. Hasta el día de hoy, a mucha gente le gusta rodear de misterio las enseñanzas de la Biblia. Incluso en los ambientes cristianos, también existen todo tipo de personajes folclóricos que a veces pretenden detentar el conocimiento exclusivo de los saberes bíblicos. En su obsesiva búsqueda de poder, reconocimiento y dominio sobre el resto de los creyentes, afirman que únicamente ellos poseen la luz que conduce a la vida eterna. Pero eso es completamente falso. La Palabra de Dios es una revelación con un mensaje particular para cada ser humano deseoso de conocerla sinceramente (Apocalipsis 1:3).
En este día te invito a orar con fervor a Dios para que te ayude a comprender su Palabra y a descubrir lo que él tiene especialmente para ti. Nada te producirá mayores satisfacciones que conocer la voluntad divina.
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Le damos las gracias a Dios por los videos publicados, todo sea para Su honra y gloria!
Musica de videos y podcast: Benson
Y Gracias a Ti por vernos, un abrazo AD7… Hasta la próxima
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