“¡Qué hermosos son, sobre los montes, los pies del que trae buenas nuevas; del que proclama la paz, del que anuncia buenas noticias, del que proclama la salvación!” (Isa. 52:7, NVI).
Mis zapatillas se habían roto y mi caminata incansable de todo el día me había dejado los pies llenos de ampollas. Cada paso era sumamente doloroso. El problema era que, ese día, justo el asistente de colportaje me acompañaría y no había forma de escaparme del compromiso para dar descanso a mis pies.
Tomé varias bolas de algodón y las pegué a la planta de mis pies con cinta adhesiva. Luego, me puse dos pares de medias, las zapatillas rotas y me arrodillé frente a la casilla de gas que quedaba justo antes de la salida. Oré allí, como todos los días; le pedí fuerzas a Dios y que mitigara el dolor para que pudiera cumplir el propósito con el que había ido a ese lugar.
Mi zona quedaba a 3,5 km, y los colectivos estaban en paro, así que ya el simple hecho de trasladarme a mi lugar de trabajo fue algo trabajoso. Pero llegué, y en las pocas cuadras que recorrí pude vender mucho. La última casa a la que entré era la de Manuel, un anciano español muy simpático que adopté como abuelo por un tiempo. Para esa altura, mi asistente ya había ido a acompañar a otra de las chicas, y mi cansadora tarde estaba llegando a su fin. Manuel me ofreció un vaso de agua, escuchó la presentación y compró los libros.
Ese día vendí cuatro colecciones, más de lo que vendí en todo el resto de la campaña, por un equivalente de lo que en ese momento algunas personas ganaban en un mes de trabajo. Pero lo más hermoso fue que, en todas las casas, pude orar con la gente y se formó una amistad que duró todo el verano. Incluso Manuel, una vez que vino de paseo a mi provincia, me llamó para visitarme.
Esa mañana mis pies se veían horribles, pero no podía quitar de mi mente este versículo; y esa noche, al llegar con la mochila vacía, agradecí a Dios por tamaño milagro y por grabarme a fuego la seguridad de ese mensaje bíblico.
Quizás hoy tus pies también están cansados y no sabes bien qué será de tu día, pero encomiéndate a Dios, proponte llevar buenas nuevas y proclamar paz y tus pies no solo serán hermosos, sino que serán dirigidos por él… como si caminaras sobre algodones.
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Le damos las gracias a Dios por los videos publicados, todo sea para Su honra y gloria!
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Y Gracias a Ti por vernos, un abrazo AD7… Hasta la próxima
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